Enamorarse




El psiquiatra José Miguel Gaona explicó que el amor, aunque no suene "especialmente romántico", no deja de ser una conjunción de reacciones químicas, ligadas a otros estímulos como alimentación, actividad sexual "o aficiones similares".
Los expertos aseguran que no nos enamoramos "para que nos sintamos bien por ser el centro del universo" sino para procrear
Ese tipo de reacciones tienen una función determinada, como es crear vínculos que permitan cuidar a la descendencia, "no para que nos sintamos bien porque los humanos seamos el centro del universo", puntualizó.
Las endorfinas
"Es hielo abrasador. Es fuego helado. Es herida que duele y no se siente", así definía Quevedo esta emoción causada, según Gaona, por las endorfinas, unas hormonas que actúan como neurotransmisores y que aumentan en los momentos placenteros de la vida.
En concreto, intervienen la norepinefrina, la dopamina y la feniletilamina. Y es que, a pesar de la ingente cantidad de corazones en mil formatos que se regalarán el próximo 14 de febrero durante San Valentín, los sentimientos no se generan en el corazón, sino en el cerebro.
Las fases del amor
Nos enamoramos paso a paso, en tres fases distintas:
  • Primera fase: reconocemos en la pareja actitudes, virtudes y otros elementos clave que responden a la frase "me parece atractivo", explicó Gaona.
  • Segunda fase: "es el momento de las fantasías desbocadas, en el que atribuimos cualidades extraordinarias a nuestra pareja debido al bienestar endorfínico que nos produce su cercanía".
  • Tercera y cuarta fase: En las dos últimas etapas hay más trato y actividades en común, y se crea un vínculo emocional y sexual, con una segregación importante de la feniletilamina, que también aparece en el chocolate, de ahí que no sea casual que se considere a este dulce como a un sustitutivo del sexo.
El amor es una droga
Quienes comparan el amor con una droga no carecen de razón, es precisamente cuando deja de segregarse esta sustancia cuando surgen los problemas, y es que las endorfinas, junto con las apomorfinas, son las hormonas que inducen a la adicción.
Gaona considera que las relaciones no tienen por qué terminar una vez que acabe el amor romántico, a pesar de que esta sensación sea "sumamente adictiva".
Y es aquí donde los poetas románticos tienen cierta culpa de los problemas de pareja de hoy en día, "hasta el XIX nadie se casaba por amor, sino por intereses, mientras que el amor se reservaba para los amantes".

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