las hipotecas subprime made in spain



La cifra es escalofriante. "Un total de 510.000 familias habrán perdido su casa producto de las consecuencias de la crisis económica" desde 2008 a 2015, según un estudio realizado por la Asociación de Afectados por Embargos y Subastas (Afes) sobre el impacto de la mora hipotecaria en España. Una cruda realidad que también pasa factura a los balances de los bancos, que tendrán que asumir unas pérdidas de 34.000 millones de euros procedentes de hipotecas a particulares.
La asociación desglosa este más de medio millón de damnificados por etapas: de 2008 a 2011, "150.000 ya han perdido su vivienda y soportan deudas que impiden cualquier oportunidad de encauzar su futuro"; y en 2012, "135.000 familias están sufriendo un proceso de ejecución hipotecaria". A estas cifras hay que sumarles, "si no se toman medidas urgentes", otras "133.000 que ya no pueden seguir pagando su hipoteca" y las "100.000 que dejarán de hacerlo en los próximos dos años por el aumento del paro".
El efecto de estos impagos, como apunta Afes, deja a las entidades financieras en una "situación crítica". La asociación apunta que la banca ya habría ejecutado créditos para compra de vivienda por importe de 18.750 millones de euros, pero "la mayoría de estas subastas han quedado desiertas". En este sentido, apunta que el procedimiento judicial y administrativo supone "un importante desembolso que puede llegar al 20% del valor de la casa". De este modo, Afes prevé que "el precio de los inmuebles en poder de los bancos se verá ahora forzosamente reajustado al valor del mercado real".
Esta "situación crítica" de las entidades financieras se plasma en sus balances, que arrojarán unas pérdidas totales de 34.000 millones de euros procedentes de hipotecas a particulares en 2015. Una cifra que se desglosa por fases. De 2008 a 2011 ascendió a 8.000 millones y en 2012 los procedimientos se traducirán en unos 'números rojos' de 18.000 millones para alcanzar en 2015 los 34.000 millones.
'Las posturas de los bancos y la ciudadanía están cada vez más distanciadas'El colectivo que ha elaborado este estudio además denuncia que "las posturas de los bancos y la ciudadanía están distanciadas y cada vez más se está radicalizando el mensaje del ciudadano ante una situación que considera injusta y donde aparece como la parte más débil". Todo ello a pesar, como señala Afes, que "los bancos están intentando adaptarse a las condiciones del deudor para no llegar al impago, aunque nada pueden hacer con las familias que han dejado de tener ingresos con los que negociar la refinanciación".
Para Carlos Baños, presidente de Afes, "indudablemente el cambio de Gobierno traerá nuevas medidas en lo referente a la mora hipotecaria". Baños espera, en primer lugar, que el Ejecutivo se pronuncie respecto a los costes de las entidades financieras en materia de provisiones; y en segundo lugar, que ponga en marcha iniciativas contra la economía sumergida "que consigan abrir el debate sobre el procedimiento de ejecución hipotecaria como resolución al conflicto de la mora, y se busquen alternativas negociadas entre los bancos y sus clientes".
El presidente de Afes aboga por que sean las entidades las que tomen la delantera. Les pide que impulsen "un cambio de mentalidad animadas por medidas políticas que generen confianza en el sistema y les permitan flexibilizar objetivos, entendiendo la necesidad de buscar alternativas frente a la gestión actual de la mora hipotecaria".

'Las posturas de los bancos y la ciudadanía están cada vez más distanciadas'
Las hipotecas de alto riesgo, conocidas en Estados Unidos como crédito subprime, eran un tipo especial de hipoteca, preferentemente utilizado para la adquisición de vivienda, y orientada a clientes con escasa solvencia, y por tanto con un nivel de riesgo de impago superior a la media del resto de créditos. Su tipo de interés era más elevado que en los préstamos personales (si bien los primeros años tienen un tipo de interés promocional), y las comisiones bancarias resultaban más gravosas.[1] Los bancos norteamericanos tenían un límite a la concesión de este tipo de préstamos, impuesto por la Reserva Federal.
Dado que la deuda puede ser objeto de venta y transacción económica mediante compra de bonos o titularizaciones de crédito, las hipotecas subprime podían ser retiradas del activo del balance de la entidad concesionaria, siendo transferidas a fondos de inversión o planes de pensiones. En algunos casos, la inversión se hacía mediante el llamado carry trade. El problema surge cuando el inversor (que puede ser una entidad financiera, un banco o un particular) desconoce el verdadero riesgo asumido. En una economía global, en la que los capitales financieros circulan a gran velocidad y cambian de manos con frecuencia y que ofrece productos financieros altamente sofisticados y automatizados, no todos los inversores conocen la naturaleza última de la operación contratada.
La crisis hipotecaria de 2007 se desató en el momento en que los inversores percibieron señales de alarma. La elevación progresiva de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal, así como el incremento natural de las cuotas de esta clase de créditos hicieron aumentar la tasa de morosidad y el nivel de ejecuciones (lo que incorrectamente se conoce como embargo), y no sólo en las hipotecas de alto riesgo.[2]
La evidencia de que importantes entidades bancarias y grandes fondos de inversión tenían comprometidos sus activos en hipotecas de alto riesgo provocó una repentina contracción del crédito (fenómeno conocido técnicamente como credit crunch) y una enorme volatilidad de los valores bursátiles, generándose una espiral de desconfianza y pánico inversionista, y una repentina caída de las bolsas de valores de todo el mundo, debida, especialmente, a la falta de liquidez.

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